El HUEVO


-No lo recuerdo-
Esta era la séptima vez que Alicia tenía su sesión con el psiquiatra de turno. Su respuesta era siempre la misma, era necesario  saber qué había pasado aquella noche del jueves para esclarecer lo que se entendía como un crimen.

-No lo recuerdo-
Decía, mientras sollozaba con pequeños gemidos apagados. 
Lo único que se sabía de aquella noche era el testimonio de la enfermera que la velaba cada noche. Pero sus palabras quedaba anuladas, porque ella se había convertido en una paciente más de la institución desde aquella noche.

Lo que  recordaban,  era que Alicia de cualquier manera lograba safar sus ataduras y a pesar del coctel de tranquilizantes caminaba por los pasillos del hospicio hasta llegar al jardín, donde se ponía a buscar huevos entre los matorrales, al encontrarlos los rompía y revolvia su yema buscando algo, y sin encontrarlo buscaba el siguiente huevo, hasta que algún enfermero la rescataba de su locura y la llevaba a su alcoba.

-No lo recuerdo-
Cada mañana decía esta frase como si fuese una plegaria, la única muestra de la búsqueda entre sus huevos, era el color amarillo que tomaban sus dedos y que lentamente subía por su mano y se apoderaba de su cuerpo.

Entre más amarilla se volvía, más vida generaba a su alrededor, todo lo que ella tocaba se volvía hermoso, vivo y amarillo. 
Unos días antes de aquella noche, la enfermera llevó a su hija Ariadna donde Alicia para que al tocarla quedara curada de su fealdad,  causada por ataques epilépticos cuando era niña; Al curarse, difundió el rumor por toda la institución psiquiatrica y fuera de ella.

Una noche de luna nueva,  la madre de Ariadna se compadecío de la muchacha y llena de curiosidad por lo que podría pasar, no le dio su dosis de pastillas de esa noche. La esperó hasta las tres de la mañana, hora en que Alicia solía despertar, y, como todas las noches,  la acompañó en la búsqueda de sus huevos dorados.

Esta vez nadie interrumpió su búsqueda, y después de romper el huevo 71 a la llegada del alba, encontró un huevo más redondo y dorado que iluminó el rostro de Alicia;  Al romperlo, encontró un papel doblado y al a empezar abrirlo, aparecieron 7 hombres que empezaron a poseerle uno por uno, al terminar su orgasmo le colocaban un ungüento dorado. 

La enfermera se había quedado paralizada del miedo, y al escuchar a Alicia,  que con voz tranquila y serena le pedia que le llevara a sus apocentos, pudo moverse y durante 3 días la muchacha y la enfermera durmieron  como rocas en la habitación llena de aroma a sexo y a jazmín.

-No lo recuerdo-
Fue lo único que decía Alicia luego de que había pasado siete días en el hospicio,  luego del acontecimiento de aquella noche. El brillo de su rostro y de su cuerpo era tan grande que los enfermeros debían usar gafas de sol para tomarse su café en el frio  invierno.

- No lo recuerdo-
Y como un rayo de fuego empezó a gritar, metió las manos en sus entrañas y sacó una flor dorada, al hacerlo, toda la luz de Alicia se plasmó en los pétalos de la flor y ella se quedó opaca, muerta en la silla de aquel hospital.


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